Al continuar la reflexión en su retiro, es notoria la convicción de Eugenio en que uno debe “ser” para “hacer”. Al evaluar el bien que claramente ha emergido de su fundación de la congregación de jóvenes y la de los misioneros, evalúa la calidad de su “ser” en comunión con Dios como la fuerza que da vida a sus actividades.
He reconocido hoy que no me había equivocado y que ya se ha hecho algún bien por mi ministerio. Un bien que podría estimar muy grande, si considero menos lo que es en la actualidad que lo que puede producir después, si mis infidelidades no le ponen obstáculo.
La fundación de la juventud y la de las misiones han debido ser realizadas por mí porque Dios me había situado en una posición apta para ello. Pero cuánto mejor habrían resultado si yo hubiera puesto menos de lo mío, si hubiera sido más dócil a la voz interior de Dios, si trabajara más en mi propia perfección, al menos sirviéndome de todo lo que me distrae quizá, vista mi ligereza y mi disipación, para avanzar en vez de retroceder. A esto es preciso que llegue con la gracia de Dios
Notas de retiro, julio-agosto 1816, E.O. XV n 139