Eugenio cae enfermo a causa del exceso de trabajo y actividades. En este tiempo de oración relfexiona sobre su estilo de vida y sus actitudes. Las innumerables exigencias de la misión han de continuar, pero habrán de transformarse en momentos de encuentro con Dios. En este texto podemos ver el reconocimiento de Eugenio a la invitación de Mateo 25: “Cuanto hicísteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicísteis”.
Debo ante todo convencerme bien de que hago la voluntad de Dios al entregarme al servicio del prójimo y al ocuparme de los asuntos externos de nuestra casa, etc. y luego, obrar lo mejor que pueda, sin preocuparme porque al trabajar de ese modo no puedo hacer otras cosas que quizá me atraerían más y me parecerían más útiles para mi propia santificación.
Si, por ejemplo, en el momento en que mi atractivo me llevara a contemplar las misericordias de J.C. en su sacramento, se me llama para confesar, debo dejar sin quejas y sin pesar a N. S. para cumplir el deber de caridad que su voluntad me impone.
Así también, si por cansancio del cuerpo y de la mente, quiero buscar algún descanso en una buena lectura o en la oración, etc. y los asuntos de la casa me obligan a hacer diligencias pesadas o visitas molestas, persuadido de que hay que dar siempre la preferencia a lo que Dios exige sobre lo que uno desearía, etc., no vacilaré y haré eso de tan buen talante que, en el supuesto de poder elegir, preferiría lo que exige el servicio que Dios me ha confiado a aquello que me gustaría más.
Mejor todavía, trataré de llegar a amar más lo que es más conforme a la voluntad del Señor, que es lo único que ha de regular no sólo mis acciones sino también mi afectos.
Si logro esto, todo está logrado. Pero he estado muy lejos de ello hasta el presente, por no haber reflexionado bastante y por haberme dejado guiar demasiado por el ardor natural que me hace llevar con impaciencia la ocupación o, si se quiere, el retraso que me impone cuando tendría otra cosa que hacer que miro a veces como más importante, y esto ocurre 50 veces al día.
Notas de retiro, julio-agosto 1816, E.O. XV n 139
Esta misma convicción se encuentra también en los escritos de San Vincente de Paul y no es de sorprender, pues la formación que Eugenio recibiera en el seminario Sulpiciano en París, tenía la influencia de la visión de San Vicente.