Tengo que persuadirme realmente de que Dios se sirve de los hombres para sus obras, pero no tiene necesidad de ellos. Así promoveré mucho más las cosas cuya dirección se digna confiarme, viviendo infinitamente más en dependencia de él y poniendo menos preocupación por el éxito. Un poco más de oración, y mucho menos de preocupación y de tensión.
De acuerdo a esta reflexión, tomo la resolución de arreglarme para hacer más oración de la que hecho hasta ahora. Ahí es donde debo habituarme a tratar mis asuntos y los de nuestra comunidad, de la juventud, etc.
A más de la oración de la mañana, en común con todos los otros, robaré algunos instantes durante la tarde para continuar ese ejercicio ante el Santísimo Sacramento si es posible.
Notas de retiro, julio-agosto 1816, E.O. XV n 139