Como hemos visto, el período de descanso obligado de Eugenio se convirtió en un retiro y la oportunidad de reflexionar en los eventos ricos en experiencias de los meses previos. Fue un tiempo lleno de gracia, pues le permitió llegar a cierta comprensión de sí mismo y también respecto al desarrollo y dirección de la congregación de Misioneros.
Tomó conciencia de cuan necesaria le era la comunidad como parte de su vida. Fue en comunidad donde experimentó su lugar de pertenencia:
Estoy aquí como pez fuera del agua; mi único consuelo es el de seguiros en vuestros piadosos ejercicios. Les soy más fiel que cuando estaba en medio de vosotros
Su retiro remarcó una vez más la necesidad de buscar la santidad personal, el “ser” para “hacer”:
Si Dios me oye, no habrá mayores santos sacerdotes que vosotros, mis queridos hermanos, que amo tiernamente en el Señor, nuestro común amor .
Fue el Señor, “nuestro común amor,” quien unió a la comunidad y aseguró la continuidad de su existencia. La calidad de vida de los misioneros debía ser tal que la comunidad diera testimonio de las virtudes vivientes de Jesús en el Evangelio, “nuestro común amor”. Esto a cambio, atraería a otros a desear imitar su estilo de vida y compromiso:
Abrazo a nuestros queridos novicios y pido a Dios que les conceda imitar vuestras virtudes .
Carta a “mis queridos hermanos misioneros, Aix, julio-agosto 1816, E.O. VI n 12