Este texto es casi autobiográfico porque describe la propia experiencia de Eugenio antes y después de su conversión. El vocabulario que usa es igual que el de su propia conversión cuando describe la experiencia del Viernes Santo: darse cuenta de que Dios puede satisfacer su corazón.
Habiendo invitado a sus oyentes a mirarse a sí mismos a través de los ojos de Jesús Salvador, les pide ahora reflexionar sobre el propósito de sus vidas y las cosas que Dios no creó más que para comprometerse con su verdadero destino. Aquí Eugenio conduce a otros a compartir su propia experiencia:
Vuestro Creador no os había puesto en la tierra para amontonar riquezas, ya que, como dice san Bernardo, esa clase de bienes pesan sobre quienes los poseen, hieren a quienes los aman y atormentan a quienes los pierden: possessa onerant, amata vulnerant, amissa cruciant.
Ni para los honores, la gloria o la fama, puesto que van acompañados de mucha turbación e inquietud, y se conceden sobre todo a quienes menos los merecen.
Ni para los placeres de los sentidos que generan tanta amargura y están más hechos para las bestias que para hombres razonables.
Solo Dios era digno de vuestra alma. Solo Dios podía satisfacer vuestro corazón. Y vosotros, huyendo sin cesar de vuestro único bien, prostituíais ese corazón que el os daba capaz de amarle, a la avaricia y al amor de los placeres; corríais tras criaturas perecederas que, cada una a su modo, os apartaban de vuestro fin, prometiéndoos la felicidad que inútilmente se busca fuera de Dios. La experiencia de vuestras crueles decepciones a este respecto no os había enseñado nada y no os había vuelto más clarividentes.
Instrucciones familiares en provenzal, dadas en 1813 en la Magdalena,
E.O. XV n. 114