El ministerio del joven Padre de Mazenod en Aix a partir de 1813 y como fundador de los Misioneros de Provenza a partir de 1816, repercutió en la iglesia local. Algunos sacerdotes diocesanos encontraron un conflicto de intereses en ello, llevando a confrontaciones y relaciones tormentosas con Eugenio. En los próximos días quisiera guiar nuestras reflexiones sobre el tema. Al prepararnos para celebrar el 200 aniversario de la ordenación sacerdotal de Eugenio en Diciembre de 1811, estos textos nos serán de ayuda para explorar su comprensión del sacerdocio y el espíritu en que lo vivió.
Al escribir a su amigo y confidente Forbin Janson, a mediados de 1816, encontramos la descripción de Eugenio de los ataques de algunos sacerdotes locales a la tarea de los Misioneros – aunque nunca criticaron su calidad de vida.
La Providencia quiere que ponga todo en marcha aquí. No sólo hay que atacar al infierno, sino también defenderse contra la envidia y todas las demás pequeñas pasiones que agitan a algunos sacerdotes que son dignos de lástima, porque la opinión pública ha cometido una justicia bastante mortificante para ellos.
Como felizmente, poco tenían que decir contra los misioneros, han atacado a las misiones en si mismas con una hipocresía que hubiese seducido a varios, si les hubiésemos dejado hablar.
Un párroco ha llegado hasta escribir «ex officio» una carta silogística a uno de nuestros señores, para probarle que había comprometido su conciencia dejando el servicio de una parroquia para hacerse misionero. Es una pieza curiosa que te hubiera regalado, si quien la ha recibido hubiese estado aquí cuando te escribo. No hay ni uno solo de nosotros que no reciba algo parecido.
Te diré también confidencialmente que sólo uno de nuestros Grandes Vicarios está por nosotros; el otro me abruma con cumplidos, pero si no fuera por la dependencia con que tiene que vivir con el otro, que le es infinitamente superior en méritos, nos hubiera impedido actuar, ahogado en el mismo huevo. El pequeño intrigante que tuve la bondad, casi he dicho virtud de recomendarte, es nuestro enemigo encarnizado, aunque escondido a causa de mí, no se atreve a atacar de frente.
No contestamos a todas esas gentes sino haciendo el mayor bien posible; pero resulta verdaderamente lastimoso..
Carta a Forbin Janson, julio-agosto 1816, E.O. XV n 138 y VI n 13