Siempre que eugenio se encontraba fuera de Aix tenía la oportunidad de reflexionar sobre su comunidad desde la distancia y de escribir sus reflexiones. Sus consideraciones nos dan un precioso entendimiento sobre su visión fundamental y el espíritu que deseaba ver en la comunidad de los Misioneros.
En su primera carta a la comunidad desde París leemos:
Con gusto sólo hablo con vosotros, de nuestros buenos novicios; díganles muchas buenas cosas de mi parte; que no me olviden en sus oraciones.
Celebro hoy nuestra fiesta con vosotros, por lo menos en espíritu. Que nuestro santo patrono nos comunique un poco su espíritu.
Amémonos en Dios y para Dios y para siempre.…
Carta a los Misioneros en Aix, el 19 de julio de 1817, E.O.VI n. 17
Era la fiesta de san Vicente de Paul, a quien los misioneros habían tomado como uno de sus primeros patronos. Fue durante su estancia en el seminario de París donde los sulpicianos introdujeron a Eugenio la devoción a san Vicente y Eugenio se imbuyó en el mismo espíritu de servicio a los pobres. Ambos, Eugenio y Vicente, habían sido afectados por sus encuentros con la gente pobre en sus primeros años de ministerio, y desearon ayudar a estas personas abandonadas de los campos a fortalecer su fe en Dios y a descubrir su propia dignidad.
Ambos marcaron el 25 de enero, fiesta de la conversión de san Pablo, como un día señalado para sus congregaciones misioneras: Vicente empezó su misión predicando un día de 1617 y Eugenio en 1816. Ambos eligieron “Evangelizare pauperibus misit me” como el lema de sus familias religiosas.
Era una evangelización construida sobre la misma espiritualidad de amor de Dios expresada en los otros “ Amémonos en Dios y para Dios y para siempre”