UNÁMONOS POR MEDIO DE NUESTRO AMADO MAESTRO

Habiendo leído ayer sobre la importancia de esta práctica para Eugenio, hoy vuelvo a un texto sobre el mismo tema, escrito cuando era seminarista. Era la primera Navidad que Eugenio pasaba fuera de casa desde que volvió de Francia. Tiene lugar en la mañana del Día de Navidad y habla de la Misa de Medianoche en la que había vivido dicha comunión (“oraison”) con su madre – ella en Aix y él en París:

Ah! mi querida mamá cree que esta noche no he estado con Vd?…
Oh sí!, mi buena madre, hemos pasado juntos la noche al pie de los altares, que me representaban la cuna de Belén; juntos hemos ofrecido nuestros dones a nuestro Salvador, y le hemos pedido nazca en nuestros corazones y fortalezca todo cuanto es débil, etc. Ay! de sobra conoce mi corazón, ya que ha sido formado del suyo, así que debe Vd estar bien convencida que el sentimiento de la naturaleza sigue vivo y se hace sentir tanto como en el suyo… 
Busquémonos con frecuencia en el corazón de nuestro adorable Maestro, pero sobre todo participe con frecuencia de su Cuerpo adorable, es el mejor modo de reunirnos, porque al identificarnos cada uno por nuestra parte con Jesucristo, nos haremos una sola cosa entre nosotros.
He pensado que esta noche habrá querido honrar la venida de ese bendito Niño que nos ha nacido, depositándole en su corazón. Como he tenido la misma dicha más o menos a la misma hora, me he unido a Vd con toda mi alma. No admira Vd la grandeza de nuestra alma? Cuantas cosas abarca a la vez! qué inmensa extensión recorre en el mismo momento! Es algo encantador. Adoraba a Jesucristo en mi corazón, lo adoraba en el vuestro, lo adoraba sobre el altar y en la cuna, lo adoraba en lo más alto de los cielos.

Carta a su madre, el 25 de diciembre 1808, E.O. XIV n.37

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