Insistiendo en que Tempier y la comunidad tenían que trabajar para continuar “haciendo de nuestro hogar un paraíso en la tierra”, Eugenio acentúa algunas de las cualidades necesarias para que esto se consiga. Ellos debían evitar la centralidad en uno mismo, ser fervientes por Dios y por la misión y tener un afectuoso espíritu de familia. Todo esto
la establecerá de un modo más sólido que todas las ordenanzas y todas las leyes posibles.
Sin embargo, siendo ideales tan hermosos, las limitaciones humanas y las influencias externas hicieron que se necesitara una disciplina personal y comunitaria para alcanzarlas y construir los fundamentos. Como con cualquier logro, es necesaria la claridad en los objetivos y por consiguiente, el compromiso para alcanzar y mantener los ideales. De ahí el encargo:
Mantenga bien el nervio de la disciplina y el medio para asegurar la perseverancia; el relajamiento, lo veo, es un principio de destrucción. Velad para que la disipación no se introduzca por todas esas puertas y esas ventanas, que nuestro ministerio nos impide cerrar. Habrá más virtud en ser fiel al reglamento cuando se le observa a pesar de los obstáculos que se renuevan sin cesar.…
Carta a Henri Tempier, el 12 de agosto 1817, E.O.VI n.20