AÚN LOS SANTOS TIENEN ALGO DE VANIDAD

La salud y malos hábitos alimenticios de Eugenio era una preocupación constante para su madre. Él le tranquiliza desde París:

De casualidad me miré en el espejo. Es terrible, no me atrevo a aparecerme en Aix, mis mejillas ya no están hundidas, estoy gordo como una codorniz. Me siento avergonzado.

Carta a su madre, el 10 de septiembre 1817, Archivos OMI en Rome AGR FB IX, 1

Esta entrada ha sido publicada en cartas y etiquetada como . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *