El mismo día en que Eugenio escribía a su madre notificándole que era demasiado tarde para hacer algo por su padre y tíos, la marea comenzó a cambiar de curso. Eugenio describe los eventos el 22 de agosto, cuando vió la oportunidad de unir sus dos anhelos – el retorno de su familia y descubrir una nueva posibilidad para asegurar el futuro de sus Misioneros:
¿Qué ha ocurrido? En el intervalo, las gestiones, siempre débiles, cuando se hacen de lejos, que había hecho para mi padre, no lograron nada. El Rey nombra para las sedes de Francia; mi Tío no está incluido en la lista. Todo está perdido para nosotros. De ahí, reproches por no haber actuado conforme a las normas de la prudencia humana, etc.
Pero Dios, siempre justo, que no había olvidado que era por la gloria de su nombre, y lleno de confianza en Él por quien lo había sacrificado todo, suscitó un acontecimiento que me obligó a ir a París para defender su obra atacada por la malevolencia. Me veo obligado, para hacer valer los derechos de la piedad y de la justicia, a presentarme en primer lugar al Ministro, luego ante un Obispo a quien yo no conocía ni él me conocía (Mons. de Latil);
En aquel momento, el sacerdote que había sido designado como futuro Obispo de Marsella, se había rehusado a aceptar, dejando una vacante. El gobierno estaba ansioso por llevar a cabo el nuevo Acuerdo con el Papa tan pronto como fuera posible y dicho acuerdo incluía el restablecimiento de las dioceses que habían sido suprimidas. La vacante en Marsella iba a retrasar el proceso. Eugenio continúa:
se habla de mi Tío, dejo en su mesa una media hoja de papel que resume sus servicios prestados; al día siguiente es nombrado obispo de Marsella.
De inmediato Eugenio pone en contexto la importancia del nombramiento. Se trataba de asegurar la supervivencia de los Misioneros y su ministerio, que se encontraba amenazado:
Es decir que el Señor, protector declarado de nuestra gran obra de formación y de conversión de los pobres aldeanos, en el momento en que busco un apoyo en la tierra, elige Él mismo el instrumento más adecuado para sostenerla en la provincia donde, precisamente, va a ejercerse nuestro sublime ministerio, pues no necesito subrayarle lo que será para esa obra que el Tío de su jefe sea obispo de una de las principales diócesis en la que ella ejerce su saludable influencia. Por poco que se examine la acción de la Providencia, ¿cuántas reflexiones podrían hacerse sobre este tema?
Carta a su padre y a sus tíos, en Palermo, el 6 de septiembre 1817, E.O. XIII n. 11