Reabro la carta, mis muy queridos amigos, pues no tuve tiempo para enviarla ayer. Es para decirles, pero en riguroso secreto, que el Rey acaba de nombrar a mi tío Carlos Fortunato para el obispado de Marsella . Estoy todavía emocionado de agradecimiento a Dios.
Eugenio describe elocuente y melodramáticamente la dicha de la diócesis. Su habilidad Provenzal para exagerar tiene rienda suelta para persuadir al hombre de 68 años de aceptar una enorme responsabilidad.
Sin que mi Tío lo haya deseado ni pensado siquiera, el Señor le da el obispado más apetecido de toda Francia, sea por su posición, sea por sus recursos, sea por el espíritu cabal de sus habitantes, sea por el clero excelente que tiene…
¡Qué bien inmenso vamos a hacer! Provenza va a quedar regenerada. Un solo espíritu unirá a todos los Obispos de la Provincia; los conozco a todos.
Surge entonces el anhelo oculto en el corazón de Eugenio:
La obra que Dios me ha confiado consolida su existencia de modo sorprendente. Preparo para el Obispo de Marsella un grupo selecto. Veremos de nuevo días hermosos para la Iglesia. Pero basta…
Carta a su padre y a sus tíos, en Palermo, el 28 de agosto 1817, E.O. XIII n. 11