Hace 200 años, en los días que precedieron a su ordenación sacerdotal, Eugenio hizo un retiro de tres semanas. Reflexionaba sobre lo que deseaba para el retiro y su sacerdocio: vaciarse totalmente de sí mismo “de modo que el Espíritu Santo, al no encontrar obstáculos a su divina operación, pueda volver a permanecer en mí en toda su plenitud, llenando todo mi interior con el amor de J.C, mi Salvador”.
Las gracias de estos días de conversión a Jesús el Salvador y su “Experiencia del Viernes Santo” son aquí claramente reconocibles para el ministerio del futuro Cooperador de Cristo el Salvador.
O Señor mío, o Padre mío, o mi amor! Haced pues que os ame; no pido otra cosa, solo eso, porque sé bien que ahí está todo dadme vuestro amor.
Y reza:
Dios mío, no basta eso, y ¿por qué no desearía amaros tanto como os amáis vos mismo? Eso es imposible, lo sé, pero el deseo no es imposible, ya que lo formulo con toda la sinceridad de mi corazón, con toda mi alma.
Si, Dios mío, quisiera amaros tanto como os amáis a vos mismo; así es como pretendo reparar mi pasada ingratitud.
Notas de retiro antes de su ordenación sacerdotal, 1-21 de diciembre 1811,
E.O. XIV n.95