Habiéndose recordado él mismo de los puntos cardinales respecto a su práctica espiritual, Eugenio modifica su horario diario.
Para esto es preciso no perder el tiempo y emplear bien el que me dejan los asuntos.
Nunca lo lograré si no me hago invisible durante ciertas horas del día.
Levantarme a las 5 o a las 4, 30.
La oración termina a las 6; de 6 a 10 debería ser invisible.
Las horas en las que deseaba “hacerse invisible”, era el tiempo que deseaba dedicar a actividades sin gente, aunque para la gente. Creía que era primordial, para su ministerio de predicacion y enseñanza, estudiar las Escrituras y la teología en forma diaria. Conservó esta práctica en Aix como predicador de misiones y profesor de la congregación de los jóvenes, al igual que luego en Marsella, como obispo. Además necesitaba de un tiempo específico para escribir y responder correspondencia:
Entonces, leer la S. Escritura hasta las 7,
la teología hasta las 8,
contestar o escribir hasta las 10.…
Notas de retiro, agosto 1817, E.O. XV n 144