QUIZÁS PODRÍA DAR UN POCO DE ALMA A ESE CUERPO LÁNGUIDO

Eugenio no era un extraño en el trabajo con jóvenes. Cuatro años antes, mientras era seminarista en París, él se había encargado de las catequesis para los chicos más difíciles. Lo que aprendió a través de esta experiencia iba a ser, ciertamente, una ayuda en la Congregación de la Juventud que él había comenzado. Cito de una carta a su madre, describiendo su experiencia del seminario:

No podré escribirle tan largamente como lo deseara, porque mañana inicio una nueva función que me va a dar trabajo. Tenemos en San Sulpicio seis y hasta siete catequesis, que van maravillosamente y que funcionan admirablemente…
Uno de esos catecismos no funciona a gusto del Sr. Director de los catecismos, tal vez menos por culpa de los encargados que por las malas disposiciones de los que lo componen, son los más pobres de la parroquia, niños de encargados de bares, en una palabra los que tienen piojos. Han juzgado que tal vez yo podría dar un poco de alma a ese cuerpo lánguido y, por eso, me han elegido para ser el jefe.
Dicen que es para hacerme pasar a otro, pero no me preocupa, y estoy muy contento de encontrarme entre esos piojosos, a los que intentaré acercar a nosotros. Mañana nos conoceremos y si Dios quiere seremos buenos amigos.

Carta a su madre, el 4 de febrero de 1809, E.O. XIV n. 44

Hay una diferencia entre el grupo de París de 1809 y el grupo que Eugenio comenzó en 1813 en Aix. En París su objetivo era enseñar a un grupo de chicos pobres lo básico sobre la religión. En Aix, sin embargo, era formar a los jóvenes como un grupo central que pudiese a alcanzar a otros de su misma edad en la ciudad y, de este modo, conseguir el mismo resultado con ellos.

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