Si lo leemos con ojos del siglo XXI, este texto parece raro. Aún así, cuando recordamos que en 1813 los teatros eran, por lo general, centros de sentimientos anti-religiosos y donde se perdían los valores morales (¿cuántas óperas de este periodo, por ejemplo, tienen la infidelidad en el matrimonio como argumento?), podemos entender la preocupación de Eugenio:
Por eso todos los asociados deben renunciar a no poner nunca los pies en espectáculos; esta escuela de impiedad y de libertinaje no puede ser frecuentada por hombres que hacen profesión de cristianismo.
Règlements et Statuts de la Congrégation de la Jeunesse, 1813, p. 20
Él intentaba formar las mentes y las conciencias de adolescentes influenciables para que vivieran los valores del Evangelio. Como joven en Palermo y en Aix, antes de que sus prioridades cambiaran tras su conversión, él iba con regularidad a los teatros y a los bailes, así que sabía por experiencia lo que decía.
Art. 13. No irán nunca a espectáculos profanos ni a los teatros, templos del demonio, donde el Evangelio y todas sus máximas son escarnecidos, donde las costumbres son siempre ultrajadas y el vicio en honor, donde el peligro de seducción es inevitable y la caída casi cierta.
Statuts, Chapitre XII §1
Los tiempos y la sensibilidad han cambiado, pero quizá este texto puede todavía hacernos pensar hoy en aquellas ocasiones y aquellos lugares donde el Evangelio y sus máximas continúan siendo despreciados- y la influencia que esto tiene sobre nosotros