FLORECIENDO

Un click a una página web sobre noticias del mundo, antes o después de leer esta reflexión, llenará tu pantalla de imágenes y descripciones de violencia, políticos embusteros e innumerables situaciones donde los valores del Evangelio parecen estar totalmente ausentes. La naturaleza humana no ha cambiado mucho desde la existencia de la Congregación de la Juventud, y aquellos jóvenes se enfrentaban a un mundo parecido. La inquietud de Eugenio era ayudarles a navegar a través de todo esto con la ayuda de un Piloto que les garantizaría un viaje seguro:

Art. 38. La oración debe ser considerada como el alma y la salvaguardia del cristianismo y de la piedad. Rodeados por todas parte de tantos peligros, ¿cómo escaparán los jóvenes a las desgracias que les amenazan, qué remedio emplearán, qué medio tomarán para sustraerse a ellas?
Jesucristo, nuestro divino Salvador, responderá él mismo: Orad, no dejéis de orar. Pedid, golpead y recibiréis abundantemente los auxilios que necesitáis para hacer el bien, para superar tantos obstáculos, `para vencer, para someter aún a tantos enemigos implacables que se encarnizan para perdernos. 
Es, pues, con la oración como los congregantes obtendrán la victoria sobre sus pasiones, y la perseverancia en el bien.

Statuts, Chapitre XIII

Thich Nhat Hanh, un monje vietnamita, escribió: “El regalo más valioso que podemos ofrecer a otros es nuestra presencia. Cuando nuestra atención abraza a aquellos a los que amamos, ellos florecerán”. Eugenio había entendido que aprendiendo a vivir en presencia de Dios, los jóvenes de Aix florecerían.

 

“Estad siempre alegres. Orad sin cesar. Dad gracias a Dios en toda ocasión; esto es lo que Dios quiere de vosotros, en Cristo Jesús.” 1 Tesalonicenses 5, 16-18.

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