Una de las más grandes místicas y contemplativas cristianas, Santa Teresa de Ávila, vivió consciente de Dios en todas sus actividades diarias y pudo proclamar: “El Señor camina entre las ollas y sartenes.” Esta es la misma actitud que Eugenio deseaba cultivar en las vidas y conciencia de los miembros de su Congregación de Jóvenes.
En medio de sus ocupaciones diarias, debían recordar el mandamiento de Jesús de una oración continua, expresada en sentimientos de amor, arrepentimiento, fe o lo que fuera que el momento inspirara:
Para ello no hay que abandonar las obligaciones y los deberes que la Providencia ha impuesto a cada uno según su estado. No, de ningún modo. Pues, es en el ejercicio mismo de sus deberes donde se cumple con más fruto el precepto.
Basta con ser fiel a lo que se ha dicho, acordarse de esta santa presencia en los momentos y de la manera que hemos indicado, pero elevando su corazón hacia Dios de una manera afectuosa y llena de confianza en la bondad del Padre misericordioso que quiere contentarse con un impulso de amor, con un sentimiento de dolor y de contrición, con un pensamiento de fe dirigida frecuentemente hacia él, para atraer su gracia a nuestras almas.
En eso consiste la oración continua prescrita por nuestro divino Maestro y no hace falta nada más.
Statuts, Chapitre XII, §2
Estoy tan seguro como de que existo, que nada es tan cercano a mí como Dios. Dios está más cerca de mí de lo que yo estoy a mí mismo; mi existencia depende de la cercanía y la presencia de Dios. Meister Eckhart