Ésta es la conclusión del sermón: una emotiva invitación a experimentar el amor de Dios en el sacramento de la confesión. Teniendo cientos de oyentes para hacerles conscientes de la seriedad del pecado y provocarles a la conversión, el concluye ahora con una charla entusiasta sobre la alegría de la liberación que ellos experimentarán. Se hace eco del Evangelio de Lucas, capítulo 4: “me ha enviado a llevar la Buena Noticia a los pobres, la libertad a los cautivos, a los ciegos la vista…”
Sí, hermanos míos, venid y veréis con qué alegría os ayudaremos a llevar vuestro yugo que no os parecerá pesado más que en los primeros momentos de vuestra conversión,
porque, cuando, una vez liberados del vicio, la luz haya ocupado el lugar de las profundas tinieblas que reinaban en vuestras almas,
Dios os parecerá tan amable, llenará vuestros corazones de tan gran consolación
y os revestirá de una fuerza tan grande que, como nuevos Sansones, arrancaréis con brazo vigoroso las puertas que os tenían cautivos y, cargados con esos preciosos despojos, volaréis hasta la cima de la montaña, desde donde insultaréis a vuestros enemigos que os parecerán entonces tan despreciables y tan odiosos como seductores os parecen hoy.
Instrucción familiar sobre la confesión, dada en provenzal el 4° domingo de cuaresma de 1813, E.O. XV n. 115