Como padre de la familia, Eugenio estaba consciente constantemente de la situación de los misioneros y deseaba permanecer unido a ellos. Le frustraba el lapso de varios meses que tardaba una carta en llegar a su destino y recibía toda la correspondencia de los misioneros con gran alegría:
“Me ha desbordado la alegría al recibir la carta que me enviaste de San Bonifacio, el 20 de junio. ¡Al recibirla, leí varias veces a los demás lo que era conveniente!
Me interesa todo lo que me cuentas, ávido de los detalles de todo cuanto se refiere a ustedes. Por eso mi querido hijo, no me falles temiendo ser minucioso, todo cuanto se refiere a ustedes es de un valor inapreciable para mí.”
Luego comenta la hermosa forma en la que se une a cada miembro de su familia misionera cada día.
“Confieso que algunas veces pienso en presencia de Jesucristo, sentir una especie de ilusión. Me parece que le adoran y rezan al mismo tiempo que yo, y que por Él, presente tanto en ustedes como en mí, nos sentimos como si estuviéramos muy cerca el uno del otro, aunque no podamos vernos. Hay algo de verdadero en ese pensamiento. Vuelvo a él habitualmente y no podría expresar el bien y el consuelo que siento. Trata de hacer lo mismo y lo sentirás, igual que yo”.
Carta al P. Pierre Aubert en San Bonifacio, Canadá, Febrero 3, 1847, EO I núm. 81
REFLEXIÓN
Como recordamos, conocemos esta práctica como «oraison» y es una parte preciosa de nuestra espiritualidad y comunión familiar. Intentemos tomar algún tiempo a diario para sentir la comunión con nuestros seres queridos que no están cerca y con todos aquéllos con quienes compartimos los mismos ideales como familia Mazenodiana.