La iglesia de la “Misión de Francia» era el centro de Marsella, donde los Jesuitas hacían sus obras de caridad y su forma de hacerlo reflejaba y apoyaba la respuesta del Obispo de Mazenod a las necesidades de los pobres y más abandonados en su diócesis: formar grupos de laicos enfocados a un sector particular de la sociedad.
“Misa en la Misión de Francia, precedida de la abjuración de un protestante y de la confirmación de varios adultos. En la capilla había 700 hombres, la mayoría de ellos pertenecientes a la clase más alta de la sociedad marsellesa; a todos ellos les dí la comunión. Nada se compara al imponente aspecto de esa fervorosa asamblea y al recogimiento constante que hubo durante la ceremonia, bastante larga”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Abril 18, 1847, EO XXI
REFLEXIÓN
Como Obispo, Eugenio estaba preocupado por la salvación de todos en su diócesis, sin excepción. Para él, los “más abandonados” eran quienes no conocían a Jesucristo como su Salvador, sin importar la posición social y fortuna. Esta ceremonia se enfoca en dos puntos centrales de los misioneros: antes que nada, trabajar en las necesidades espirituales de ellos.
En segundo lugar, se reunieron en una iglesia dedicada a generar obras de caridad para la ciudad. La clase social conocida como la “más alta”, se conformaba de los acaudalados, industriales, dueños de fábricas y granjas y filántropos que garantizaban empleo para miles en la ciudad. Al trabajar con ellos, Eugenio buscaba transformar sus actitudes y prácticas. Además, ellos mismos se organizaban en asociaciones para trabajar en el bienestar de los pobres.
“Jesús no dijo ‘Benditos aquéllos que se ocupan de los pobres’, sino ‘Benditos nosotros por estar donde somos pobres y abatidos’. Es ahí donde Dios nos ama más profundamente y nos lleva a una comunión más profunda con él”. (Henri Nouwen)
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