LA SANGRE DE NUESTRO REDENTOR NOS ES COMÚN

 Al dirigir la carta a su diócesis sobre el sufrimiento de los católicos irlandeses por la hambruna, vemos el eco de la conversión del Obispo Eugenio al pie de la Cruz y darse cuenta de que había sido redimido por la sangre del Salvador.

“Que no se diga que pertenece a otro imperio distinto del nuestro; eso sería indigno de la caridad cristiana; todos somos, mientras haya hombres en la tierra, hijos del padre que está en los cielos y el prójimo, uno del otro; hay algo más que eso, los irlandeses son igual que nosotros en la gran familia católica;
 
No solo nos es común la sangre de la  fraternidad humana, sino la sangre de nuestro Redentor, de la que participamos todos en la misma gracia y los mismos sacramentos”.

Esta profunda convicción de que la sangre del Redentor nos es común a todos, fue la base de la comprensión de Eugenio de la Iglesia antes que nada, como el Cuerpo de Cristo:

“Mostremos a quienes lo ignoran, que en todo el universo, la Iglesia Católica está conformada por un cuerpo indivisible del que Jesucristo es la cabeza y nosotros sus miembros. 
… Así, hijos queridos, ante los innumerables sufrimientos de los irlandeses, no debemos preguntar a qué país pertenecen; cualquier pensamiento estrecho de nacionalidad debe ser reprimido, para permitir que prevalezca el gran y generoso espíritu de la caridad católica; el enorme mal es una demanda a todas las naciones. Nos parece además que toda la cristiandad debe apresurarse a seguir el ejemplo que el Papa ha dado ya y enviar ayuda a Irlanda, pues se trata después de todo, de tantas personas que mueren bajo el horror de la hambruna; es la sangre de una multitud de hermanos y hermanos que nos llama a todos”.

Carta Circular del Obispo Eugenio a la gente de Marsella, Febrero 24, 1847, EO III Circular núm. 2

REFLEXIÓN

Desde que encontró a Jesús como su Salvador y cambió su vida, Eugenio consideró que cada cristiano había sido redimido por Jesucristo, compartiendo por ello la misma sangre del Salvador en sus venas.

«A través de la mirada del Salvador crucificado vemos el mundo rescatado por su sangre, con el deseo de que los hombres en quienes continúa su pasión conozcan también la fuerza de su resurrección”. OMI Constitución 4

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