ES LA DIVINA MANO DE DIOS LA QUE NOS DIRIGE; DEJÉMONOS LLEVAR

Treinta años después de la fundación de la Congregación, los misioneros estaban en Córcega, las Islas Británicas, Norteamérica y el sur de Francia. Como hemos visto en entradas anteriores, el éxito del viaje de reclutamiento del P. Leonard Baveaux atrajo un gran número de candidatos al noviciado. El noviciado de ND de l’Osier se encontraba saturado y era tiempo de abrir un segundo. Eugenio y su consejo decidieron que fuera en Nancy, al norte de Francia, para poder tener una comunidad Oblata más cercana a Inglaterra e Irlanda, como “punto intermedio” con el sur de Francia.

Eugenio estaba nervioso por este establecimiento, y sin embargo, escribió al Vicario General de Nancy:

“…Ante esa enorme carga, sería como para preocuparse si Dios no hubiese dado a mi corazón una confianza sin límites en su Providencia.

Sigamos adelante pues, e intentemos sacar el mejor partido de esto. Solo me queda pedir al Señor bendecir esta santa empresa dirigida por su divina mano; dejémonos llevar, esforzándonos por seguir sus designios”.

Carta a M. Marguet, Vicario General de Nancy, Francia, Junio 15, 1847, EO XIII núm. 111

REFLEXIÓN

«Dios no puede hacer nada por mí, hasta que reconozca los límites de lo que es humanamente posible, permitiendo a Dios hacer lo imposible».  (Oswald Chambers)

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