LLENOS DE CELO

Con más nuevas misiones, Eugenio debía buscar misioneros para enviar.  Entre los muchos aspirantes que el P. Leonard había atraído, había algunos que ya habían sido ordenados como sacerdotes diocesanos.  Para hacerse Oblatos, debían realizar un año completo de noviciado canónico.  Eugenio escribió al Cardenal Prefecto en Roma para tratar de poder enviarlos antes a las misiones.

“Se trata de otorgar una dispensa de varios meses a dos sacerdotes novicios de la Congregación, de la que nuestro inmortal protector y padre, León XII me hizo Superior, y que puedan realizar la profesión religiosa canónica antes del año requerido por los decretos.  Existe una razón urgente y legítima para tal dispensa”.

La «razón urgente y legítima» muestra la rapidez con la que se incrementaban las misiones:

“La Congregación de Oblatos de María Inmaculada se encuentra evangelizando a las personas indígenas en las riberas de los ríos San Lorenzo, San Mauricio, Ottawa y además predican el Evangelio a los Abitibi y Temiscaming.  Recientemente llegaron a Oregón y ya se encuentran en el Río Rojo, planeando alcanzar la Bahía del Hudson en el río Moose.  Su Eminencia conoce la necesidad que tenemos de personal para todas estas misiones y es indispensable que envíe al menos a cuatro de ellos sin demora, aunque los dos más aptos para este difícil ministerio no han terminado su año de noviciado.  Sin embargo, tienen suficiente experiencia y están llenos de un celo sagrado por su sublime vocación. Es por ello que ruego a Su Eminencia obtener del Soberano Pontífice la dispensa que solicito en el escrito que acompaña a la presente”.

Carta al Cardenal Orioli, Prefecto de la Congregación de Obispos y Regulares en Roma, Julio 30, 1847, EO XIII núm. 114

REFLEXIÓN

Es conmovedor leer sobre el entusiasmo de estos misioneros pioneros que dejaban sus países sabiendo que probablemente nunca volverían a ver a sus familias o a su país de nuevo. Como Eugenio, estaban animados por la conciencia del poder transformador del amor y la misericordia de Dios y deseaban compartirlo con quienes nunca habían conocido la salvación que ofrece conocer a Jesucristo.

Las circunstancias han cambiado en la actualidad, pero la llama de Eugenio aun brilla y nos lleva a ser misioneros, sin importar donde nos encontremos, y de acuerdo a nuestro estilo de vida como laicos o religiosos.

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