NOS REALIZAMOS EN TANTO TENGAMOS EL VALOR DE ENTREGARNOS

En 1822, Eugenio había escrito al P. Henri Tempier:

«Mi primer compañero, desde el primer día en que nos unimos entendiste el espíritu que debe animarnos y que debemos comunicar a los demás… todos saben esto en la Sociedad y cuentan contigo, al igual que cuentan conmigo”.

(Carta a Henri Tempier, Agosto 15, 1822, EO VI núm. 86)

Veinticinco años después seguía siendo cierto y por ello Eugenio lo envió como su representante a las diferentes comunidades, para tomar las decisiones necesarias.

“Harás bien al volver si visitas todas nuestras casas, sin excepción, y te informas exactamente de todo lo que sucede en ellas. En todas partes se han acostumbrado a hacerme observaciones sobre las personas; te ruego les digas a todos que ya es abusivo”.

Al incrementarse la demanda misionera, Eugenio no siempre podía enviar a los misioneros adonde hubieran preferido, y la consideración principal era responder lo mejor posible a las necesidades de las personas con las que trabajaban.

“Conozco mejor que nadie el valor de cada miembro y las necesidades de cada casa, por lo que es inútil que vengan a perturbarme por mis decisiones. He manifestado muy enérgicamente que no se permiten ya tales reclamaciones, y estoy decidido a no escucharlas. Suficiente es la preocupación que me causan cambios tan difíciles con el pequeño número de buenos sujetos que tenemos, para que agraven aun más mis dificultades”.

El tono impaciente en lo que leemos, se explica tal vez en las palabras del obispo exhausto:

“Respondo a tu carta recibida, al terminar una ceremonia que duró cuatro horas”.

Carta a Henri Tempier, Agosto 17, 1847, EO X núm. 939

REFLEXIÓN

En la sociedad individualista de auto-satisfacción en la que vivimos, es bueno recordar las palabras de Jesús: “Ámense unos a otros, como yo los he amado” y renovar nuestra decisión de anteponer las necesidades de los demás a las nuestras.

«Esta es la paradoja del Evangelio: somos libres al servir por amor. De ahí proviene la libertad. Nos realizamos en tanto tengamos el valor de entregarnos.  Poseemos vida al perderla.  (cf. Marcos 8:35). Se trata del Evangelio puro”. (Papa Francisco)

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