MARÍA INMACULADA

En febrero de 1849, el Papa Pío IX había consultado con todos los obispos del mundo y solicitado su opinión sobre la posible proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.

“¿Qué dice sobre la hermosa decisión que se prepara acerca de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen? Estamos contentos de haber sido llamados con nuestro voto a tan gran acontecimiento. Escribí al Papa que jamás un decreto de la Santa Sede habrá sido tan magnífico, apoyado en el juicio de Iglesia dispersa en todas partes del mundo. Es más que un Concilio General. Mi respuesta al llamado del Jefe de la Iglesia, como los Padres del Concilio fue, “judicans subscripsi”. A petición del Papa”.

Carta al Obispo Bourget en Montreal. Mayo 10, 1849, EO I, núm. 117

REFLEXIÓN

“Hoy contemplamos a la humilde niña de Nazaret, quien, por un privilegio extraordinario e inefable, fue preservada del contagio del pecado original y de todo pecado, para que pudiera ser la morada del Verbo Encarnado. En María, la Nueva Eva, Madre del Nuevo Adán, el original y portentoso plan de amor del Padre fue restablecido de una forma aun más poderosa.  Por ello, la Iglesia proclama con agradecimiento: “A través de ti, Virgen Inmaculada, recuperamos la vida perdida.  Recibiste a un hijo del cielo y entregaste al mundo un Salvador”. (San Juan Pablo II)

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