EL SACRIFICIO DE MI VIDA
“Ahora que está hecha la obra a la que Dios me llamó, qué podría hacerme más dichoso que morir, sobre todo si el sacrificio de mi vida pudiera ser aceptado no solo para expiar mis pecados, sino para apaciguar la ira de Dios y apartar la peste de mi pueblo, sobre todo de nuestros sacerdotes, cuya vida es tan preciosa. Hasta el momento solo uno de ellos ha perecido, el pobre sacerdote Martín, pero todos están amenazados, y estoy a doscientas leguas de distancia de ustedes”.
Carta al P. Henri Tempier, Septiembre 12, 1849, EO X núm. 1018
REFLEXIÓN
Que el lenguaje teológico de hace doscientos años no nos confunda: en la actualidad tenemos una comprensión diferente de los desastres naturales y las epidemias. Lo importante en este extracto, es que Eugenio sí ofreció su vida por la salvación de su gente en Marsella.
Desde la época del viaje de conversión de Eugenio, quiso que todos los aspectos de su vida fueran una oblación, “todo por Dios”. El martirio, espíritu de los primeros siglos de la Iglesia era la mayor expresión de la oblación, el ofrecimiento total de uno mismo a Dios. Lo interesante es que para Eugenio ese martirio se alcanzaba por el ofrecimiento propio a Dios, a través del servicio a los demás. Es por ello que hablamos del martirio por la caridad, y no del martirio por la sangre.
Esta entrada fue publicada en
Uncategorized. Guarda el
enlace permanente.